lunes, 16 de abril de 2007

Un collar muy efectivo

Aunque sé que va en mi contra, hoy voy a reconocer mi gran defecto: soy muy impulsivo y tiro muchísimo cuando me llevan de paseo. Si esto ocurre con un pequeño perro de -digamos- hasta diez kilos de peso, no hay gran problema, porque los amos tiran de él y se lo llevan a rastras. Seguro que todos habéis visto a algún humano tirando de su pequeña mascota sin apenas esforzarse mientras ésta se empeña en hacer fuerza en sentido contrario.
 
Pero cuando el animal en cuestión pesa 27 kilos de fibra y músculo, sin nada de grasa, la cosa cambia. Y si encima tiene un carácter fuerte y se va intentando encarar con todos los demás perros que encuentra, ya no hay más que explicar. Seguro que también habéis visto muchas veces cómo los perros de este tipo "sacan" a sus amos a pasear. Para los perros es una lucha por llegar a aquel árbol, oler esa papelera, seguir ese rastro, marcar esta piedra... pero para sus amos es una auténtica tortura.
 
Una solución que ha demostrado cierta efectividad es el collar de castigo. Si tiras mucho se cierran los pinchos y te pellizcan. Pero cuando te acostumbras realmente no te hace mucho daño -hablo por experiencia- y realmente le hace más daño a tu ama cuando te mira el cuello lleno de pellizcos rojizos y alguna que otra costra. Se siente culpable.
 
Sin embargo hace un par de semanas mi ama encontró por internet -ah, la gran red de redes, qué invento- una solución. Es un collar cuyo diseño está patentado en Estados Unidos y cuyos creadores tienen que estar forrándose. Se llama Gentle Leader y sigue un principio similar al de los bocados que se ponen a los caballos, pero menos aparatoso y -desde luego- totalmente inocuo para el perro. Lleva una tira que rodea el morro y otra que rodea el cuello. La correa se engancha en el cuello bajo la boca y al tirar produce un doble efecto: te baja el morro y te tira de la nuca. Según sus creadores, el perro siente lo mismo que cuando una perra coge a sus cachorros del pescuezo o les enseña a que algo no se hace.
 
Curiosamente, aunque no es un bozal la sensación que me da es la misma. Me cruzo con otros perros y no les ladro. Puedo olisquear cosas, puedo abrir la boca, puedo jugar y coger piñas... pero me da la impresión de que no puedo ladrar ni atacar. Es un poco incómodo porque trato de tirar y entonces mi morro baja y miro por narices a mis amos. Sé que es una solución ideal para perros como yo, y por eso os lo he contado, pero que conste que en realidad a mí no me gusta. Me paso todo el rato frotando el hocico contra las piernas de mis amos, los arbustos, las piernas de mis amos, los arbustos... para ver si me lo quitan. Pero luego se me olvida que lo llevo y, la verdad, es mejor que el collar de castigo.
 
Ya me diréis qué os parece si lo probáis. Ah, y no es caro. Guau.
 
 
 
 

No hay comentarios: