lunes, 16 de abril de 2007

El plato de agua se me llena de fasfarilla(c)

En casa, aparte de mí, hay otros animales. A saber: pájaros y peces. Bueno, en realidad ahora hay pájaro y pez. El pez es un payaso -no es que tenga gracia ninguna, es que es un pez "payaso"- que lleva en el acuario unos cuatro o cinco años, según comenta mi ama. Al principio no estaba solo, de hecho era uno entre muchos: escalares, limpiafondos, neones... que fueron muriendo y siendo reemplazados por otros que, a su vez, fueron muriendo... en una espiral aparentemente sin fin. Hasta que mi ama decidió que los peces eran mascotas poco agradecidas, poco interactivas y poco de todo. Así que cuando el pez payaso muriese, "se acabó el acuario, que da mucho trabajo y sólo me encargo yo" (sic). Pues ahí sigue. Y no se muere (el pez, no la ama, por dios).

En cuanto a los pájaros, el primero fue Pichí, a la sazón hijo de los canarios que tenía el abuelo humano en ese momento: Pitusín y Pitusina. Pichí tiene ya diez años y canta muy bien. Ha sobrevivido a una mudanza y varios cambios de jaula, desafiando el conocido dicho "jaula nueva, pájaro muerto". A Pichí le vinieron a hacer compañía una pareja de agapornis después de que los amos pasasen unas vacaciones en Tenerife y se quedasen prendados de los ejemplares del Loro Parque. A falta de loros -caros y difíciles de mantener- se hicieron con estos "loritos del amor", también conocidos como "inseparables".

Durante la primera primavera pusieron TRECE HUEVOS. Lo cual puso a los amos sobre la pista: no eran macho y hembra, eran dos hembras con embarazos psicológicos. Una de ellas murió y compraron otro supuesto macho, que murió antes de que pudiera demostrar si realmente lo era. Así que al final quedó la hembra más fuerte (llamada Pin, imagínate cómo se llamaba la otra, en un alarde de originalidad), que vivía feliz pegando gritos a Pichí cada vez que este cantaba. Se tomaron cariño y se arrimaban a los barrotes de sus jaulitas para verse de cerca... aunque ambos sabían que su amor era imposible.

Pin superó un tumor que según una veterinaria experta en aves tropicales (tras una radiografía de 5.000 de las antiguas pesetas) la llevaría a la muerte en poco tiempo. Dos o tres años después, Pin seguía viva y -por lo que parece- apetecible para el sexo opuesto. Un día apareció sobre la jaula de Pin un agaporni rosicolli de plumaje verde y cola azul. Debía haberse escapado y voló hasta la jaula de la hembra que le atraía con sus gritos. Los amos lo adoptaron y le llamaron Casanova. Éste sí que era macho, como pudieron observar asombrados cada vez que pillaban a la pareja copulando (¡qué alarde de movimientos, qué duración, qué... bonito!).

Pues bien, Pin parecía fecundada, pero no llegó a poner ningún huevo. Quizá fuera el tumor que la tenía que haber matado varios años antes, quizá fuera ya vieja... el caso es que murió. Y Casanova quedó solo en la jaula, gritando, mirando a Pichí sin interés y asustándose por todo. Entonces los amos decidieron enviarlo a casa de un familiar que cría agapornis y en este momento tiene dos hembras deseosas de prole. Espero que te lo pases bien, amigo.

Y ¿a qué venía todo esto? A la fasfarilla. La fasfarilla que llena mi plato de agua desde que Casanova no está y Pichí tiene su jaula justo sobre mis platos. Y entonces ha surgido la duda: ¿existe la palabra fasfarilla? En la vetusta enciclopedia Larousse no está -dice la ama-. Espera, que lo busco en la RAE -dice el amo-, pues no, no está. ¿Y en la wikipedia? Tampoco. En Google no aparece nada. Hum. Entonces nos hemos inventado una palabra, y de ahí la (C) de Copyright. Fasfarilla son las cáscaras de las semillas de alpiste que el canario come. Al agitar las alas en su jaula, Pichí hace que la fasfarilla vuele y caiga sobre mi plato del agua. Eso es la fasfarilla, y por eso ahora llena mi plato.

Amigos internautas del mundo, os presento esta nueva palabra. Fasfarilla. Buscadores, manos a la obra para indexarla. Guau.

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