lunes, 26 de febrero de 2007

De la extraña publicidad contextual... al baño

Entre las novedades que he incluido en el blog se encuentra AdSense, el servicio de anuncios de Google, que se precia de colocar publicidad relevante para el contenido que se muestra en cada sitio. Y sí que es relevante, porque acabo de ver una publicidad de una tintorería (deben haber indexado algún post en el que hablo de mis manchas :-)

De todas formas no está de más, porque hay perros a los que les gustaría ir a la tintorería con tal de no tener que bañarse con agua y jabón. ¿Alguien puede decirme por qué les pasa eso? A mí me encanta bañarme. De hecho cada día, cuando mis amos se meten en el baño para ducharse (se duchan juntos casi siempre), me entran unas ganas tremendas de meterme con ellos en la bañera. No lo hago porque sé que me regañarían y además también es muy divertido quedarse fuera, asomando la cabeza por entre la cortina de baño. Cuando abren el agua empiezan a saltarme cientos de gotas a toda presión, y juego a cazarlas todas con la boca... ¡es divertidísimo!

Otras veces entro en el cuarto de baño con mi pelota preferida (procuro no perderla de vista porque es el mejor juguete que me han regalado nunca) y cuando se despistan la dejo caer en la bañera por si les apetece jugar mientras se lavotean. Y si no me hacen caso aprovecho que tienen la cortina cerrada y no me miran para robarles los calcetines, las bragas o los calzoncillos. Siempre es agradable hacer ver que no sé de qué me hablan cuando miran sus prendas hechas un rebuño entre mis patas. Pongo cara de bueno y terminan diciendo ¡qué rico es!

Pero a lo que íbamos: me encanta bañarme. Es divertidísimo meterse en la bañera y, aunque no me gusta mucho que me embadurnen de jabón, me dejo estrujar y frotar por todas partes pacientemente. Luego me aclaran para quitarme todos los restos de jabón y... ¡viene lo bueno! Es decir, que intentan secarme con varias toallas mientras yo juego a morder y a dar vueltas hacia uno y otro lado. A ellos también les hace gracia. Son como niños.

domingo, 25 de febrero de 2007

Me encanta posar

Aquí estoy encima de mi amo (la mano que véis es suya) mientras él ve la tele tumbado. Sorprendentemente no me dejan subirme al sofá, pero sí me puedo subir a los amos cuando están en él (¿realmente esto tiene algún sentido?).
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La soledad del creador

A veces me siento algo incomprendido cuando hablo de mi blog. Hasta ahora no he dado con ningún colega que tenga su propio cuaderno de bitácora en Internet y me siento como un bicho raro (los humanos dicen "como un perro verde" pero eso es algo que tampoco me he encontrado). Por cierto, a los que sois asiduos os gustará descubrir algunas mejoras que he introducido en el blog: un servicio de noticias sobre perros, publicidad de Google (de algo hay que vivir) y un interesante apartado para que quien quiera pueda hacer un donativo y contribuir a que mis amos puedan comprar una casa con jardín.

Como iba diciendo, a veces me siento muy solo. No es que quiera obligar a nadie a hacer comentarios si realmente no le apetece... pero una pequeña muestra de que lo que escribo es interesante me ayudaría a continuar... No sé, si fuera perra pensaría que me iba a llegar el celo, pero no lo soy. Será que estamos en uno de esos domingos raros de finales de invierno. Hace frío y el cielo está gris.

sábado, 24 de febrero de 2007

La compra semanal

El sábado es el día de la compra semanal. Sé que es sábado porque la ama no se levanta a las 6.45 ni el chisme de los números verdes comienza a sonar. También sé que es sábado porque es ella quien me saca por la mañana... y me encanta (a diario es el amo quien me hace la primera salida: algo rapidito, que hay que trabajar; pero en fin de semana, si hay suerte y la ama quiere, nos vamos a correr tras unas piñas y unos palos... es genial).

El caso es que los sábados me gustan por muchas cosas. La primera es que los amos pasan mucho tiempo conmigo. La segunda es la compra semanal. Normalmente va la ama con su madre (mi "abuelita"). Lo sé porque viene oliendo a ella. Pero a veces van los amos juntos. En cualquiera de los dos casos, llegan cargaditos de bolsas que huelen mmm... de maravilla. Y siempre me traen un "regalito": un estupendo hueso de vaca, de esos que tienen tuétano, de los que se pueden roer y tienen chicha, grasa, carne... arf... sólo de recordarlo me pongo a salivar.

Y ahora viene la explicación de la foto. Cuando llegan con todas las bolsas y las ponen en la encimera de la cocina yo espero pacientemente hasta que terminan de colocarlo todo. Y cuando han terminado ¡llega mi turno! Y la ama me da mi hueso. Mi premio. Mi compra semanal. Sólo por eso merece la pena vivir. (Bueno, por eso, y por ver a mis amos felices... les encanta darme ese hueso, disfrutan muchísimo y a mí me mola verlos así... Ay, qué bien, que es sábado).

Otra ventaja de que sea sábado es que las salidas son más relajadas, los amos están más contentos y a veces dormimos la siesta todos juntos, es genial.

Feliz fin de semana. Guau.

jueves, 22 de febrero de 2007

De cómo elegí a mis amos


Prometí contaros un día cómo elegí a mis amos... y aquí va. En mi camada fuimos dieciséis hermanos -creo recordar- y los padres adoptivos de mis padres comenzaron a vendernos. Pusieron un anuncio en Segundamano y empezaron a venir visitas. Mis padres y yo estábamos viviendo en una especie de gran corral con una verja donde mi madre (que se llama Hilary) nos daba de mamar y nos limpiaba y mi padre (que se llama Clinton) se dedicaba a ladrar como una fiera a cualquiera que se nos acercara.

(Hum... no entiendo esas risas por el nombre de mis padres... ¿acaso me carcajeo yo cuando oigo que una madre llama a su hija "Shaila, ven aquí"? ¿Dónde dice que los perros no puedan tener nombres de persona y viceversa?) (Aquí puedes ver un impresionante listado de nombres de perro organizados por orden alfabético.)

Sigamos. El caso es que cuando venía una visita nos colocaban a los dieciséis en un canastillo enorme que a su vez ponían sobre una carretilla para transportarnos más cómodamente hasta el porche, que es donde los posibles amos adoptivos se colocaban para "seleccionarnos".

Una vez en el porche nos iban cogiendo uno a uno y nos ponían sobre la mesa del porche para que los aspirantes nos viesen bien. Por aquel entonces teníamos una semana, así que mis hermanos y yo no hacíamos más que llorar, dormir, llorar y buscar un pezón al que agarrarnos. Al sentir la fría mesa bajo sus débiles patas mis hermanitos lloraban y se arrastraban para reagruparse y sentir de nuevo el agradable calor de sus pequeños cuerpecitos... menos yo.

Siempre fui muy "echao palante", así que pensé que no iba a dejar que nadie me eligiera. Sería yo el que decidiera quién me iba a adoptar. El caso es que en lugar de llorar y huir me dediqué a olisquear las finas manos que se me acercaban (entonces no lo sabía, pero eran las de quien iba a ser mi ama). Me arrimé a ellas, las chupeteé un poco, puse ojitos... y ya estaban en el bote, tanto ella como él.

Bueno, también es verdad que -y no lo digo sin rubor- yo era el más guapo de todos. Como la mayoría sabréis, los dálmatas nacemos casi sin manchas y luego nos van saliendo poco a poco. En mi caso, al ser mis padres bastante blancos, la mayoría de los cachorros eran totalmente blancos, apenas con algunas manchitas... Y ahí estaba yo, con una oreja totalmente negra, marcando estilo, gordito como un pichón y descarado, nada de lloros... ¿quién se iba a resistir a mis encantos? Nadie.

Así fue como mis actuales amos cayeron en mis redes. En ese momento decidieron que me querían a mí, y dieron lo que se llama "una señal" para reservarme, porque siendo tan pequeño no me podían separar de mi madre. Así que desde ese día hasta que vinieron a buscarme para llevarme con ellos mi único objetivo fue engordar y crecer para irme sano y feliz a mi nueva casa.

(¿Que si no me siento mal porque me compraran como el que compra un kilo de churros? Pues mira, no. De hecho me siento doblemente orgulloso, porque con los años aprendes que los amos sólo dan una señal por las cosas realmente importantes que quieren en su vida: una casa, un coche... y un perro. Por lo demás no se molestan, sacan la tarjetita y punto.)

Otro día os contaré cómo fue el viaje desde Pioz hasta mi casa adoptiva... sólo de pensar en un viaje largo en coche se me da la vuelta el estómago... mejor lo dejamos por hoy. Guau.

miércoles, 21 de febrero de 2007

Cambio en la rutina

Hoy ha habido cambios en la rutina. No es que me molesten, soy un perro moderno que se adapta a cualquier cosa. Pero... mi ama debe estar enferma y ha decidido quedarse en casa. Yo no le veo nada raro, la verdad, sólo tiene la nariz algo roja y habla menos que de costumbre. Ha hecho unas cuantas llamadas esta mañana. Se ha quedado en la cama pese a que ya había sonado el cacharro gritón que tiene en la mesilla. El amo ha venido con un palito -que me ha dejado oler (nada especial, cristal, pintura, algún tipo de metal y un pequeño resquicio de sudor humano)- y se lo ha dado a la ama. Ella se lo ha metido bajo el brazo (ahora entiendo lo del sudor) y se ha quedado quieta durante mucho rato.

Mientras tanto yo no sabía qué hacer. Me gusta que la ama se quede pero ¡¡no en la cama!! Justo se ha tumbado en MI lado de la cama, el que uso para dormir durante todo el día. ¿No le basta usarlo durante la noche? ¿No le parece suficiente que le ceda MI lado durante casi 8 horas cada día? Bueno... he decidido usar el resto de la cama. Una vuelta (no es lo mismo, hombre, mi lado es mi lado), dos vueltas (quizá si me pego lo suficiente termine molestando y se vaya), tres vueltas (o mejor me amoldo a su forma y nos damos calor mutuamente)... me tumbo. Mmmm... sí. Nos damos calorcito. Genial.

El amo ha mirado el cacharro de números verdes y le ha sonreído a la ama. Ella ha sacado el palito, lo ha mirado y ha dicho algo. Él también. Se han dado un beso. Uff. Ya se va el amo. Por fin puedo dormir a gusto... grrr.

martes, 20 de febrero de 2007

Hoy no hemos jugado

Acabamos de volver de nuestro paseo de la tarde. Normalmente dura una media hora o cuarenta y cinco minutos, y si tengo suerte nos vamos a un pequeño pinar en el que me sueltan para que pueda correr a por palos y piñas. (Me encantan las piñas... siempre que puedo me las llevo y las descuartizo en lugar de devolverlas para que me las vuelvan a tirar. Ellos no entienden por qué lo hago, y tampoco espero que lo comprendan... pero ya sabéis, es esa sensación de poder que da la posibilidad de triturar por completo algo que tienes en la boca... arf... estoy salivando).

Como os iba diciendo, hoy no hemos corrido. Los amos iban hablando de sus cosas, del trabajo, de los amigos... nos hemos cruzado con un cachorro que no me cae mal pero he pasado de él... ¿dónde se pensará que va con esos andares medio torpes y tantas ganas de juego? Soy un perro serio, joder... Y bueno, digamos que la cosa no ha dado para mucho... mmm... Sí, bueno, al llegar cerca de casa nos hemos encontrado con la madre de la ama (se empeñan en decirme "dale un besito a la abuelita" con vocecillas y yo, la verdad, por seguir el juego me pongo muy nervioso y de puro contento no me contengo y he estado a punto de darle un zarpazo). A la madre de la ama no le hace mucha gracia eso de que le llamen "la abuelita". Ella dice que para eso se decidan a tener un hijo "de verdad" que la llame abuela... creo que tiene razón, es como si un bebé calvo se empeñase en ser mi hijo... no cuela.

Después, al llegar a casa, me apetece jugar, pero los amos están liados con sus ordenadores y no me hacen demasiado caso. Yo entiendo que ellos también tienen que jugar con sus juguetes... pero coño, no fui yo quien los adoptó... (bueno, quizá sí, algún día os contaré cómo ocurrió). El caso es que les llevo la pelota incansablemente y de vez en cuando me la tiran. La recojo. La llevo. La dejo. Me siento. Les miro. Me aburro. Me tumbo. Ya sólo quedan dos horas para cenar. Guau.

Presentación

Hola. Me llamo Popeye y soy un perro dálmata. Nací el 8 de agosto de 2004 en un pueblo de Guadalajara que se llama Pioz, pero con sólo una semana fui adoptado por mis actuales (y futuros, espero) amos. Aunque hasta más de dos meses después no pudieron llevarme con ellos, desde ese momento se puede decir que fui la mascota más deseada del mundo. Y eso me hace sentirme orgulloso, porque lamentablemente muchos perros pasan semanas de angustia hasta ser adoptados o -incluso peor- hasta no serlo y terminar hacinados en una nave o (snif) sacrificados.

Pero no fue mi caso, y por eso me he decidido a hacer pública mi experiencia. Creo que no hay muchos perros que escriban su propio blog -aunque la verdad, espero que cada vez seamos más- y quizá mi ejemplo sirva de acicate.

No tengo un guión predefinido de lo que iré publicando aquí. Me apetece contar un poco de mi pasado para que os hagáis una idea de dónde vengo y a qué me dedico, pero no quiero que este blog se convierta en un aburrido diario sobre mi vida perra sin más interés que el lógico para amigos y familiares, no. Quiero que sea un lugar donde compartir experiencias y -por qué no- donde podamos hablar tranquilamente de nuestros amos sin que metan las narices en ello.

La ventaja de los perros de compañía -es decir, que no trabajamos- es que nos pasamos el día en casa, la mayoría solos y además con todos los dispositivos tecnológicos a nuestro alcance. Así que es bien fácil aprovechar esas largas ausencias para hacer unos pinitos en la blogosfera. A la vuelta de los amos sólo hay que fingir aburrimiento, unos bostezos, agitar la colita y hacer carantoñas. JAMÁS sospecharán de nuestras actividades en la Red. Así que, perros del mundo, desde aquí os animo a sumaros a esta cruzada en pro de una comunidad canina activa en Internet. Seguid atentos. Guau.