martes, 20 de febrero de 2007

Hoy no hemos jugado

Acabamos de volver de nuestro paseo de la tarde. Normalmente dura una media hora o cuarenta y cinco minutos, y si tengo suerte nos vamos a un pequeño pinar en el que me sueltan para que pueda correr a por palos y piñas. (Me encantan las piñas... siempre que puedo me las llevo y las descuartizo en lugar de devolverlas para que me las vuelvan a tirar. Ellos no entienden por qué lo hago, y tampoco espero que lo comprendan... pero ya sabéis, es esa sensación de poder que da la posibilidad de triturar por completo algo que tienes en la boca... arf... estoy salivando).

Como os iba diciendo, hoy no hemos corrido. Los amos iban hablando de sus cosas, del trabajo, de los amigos... nos hemos cruzado con un cachorro que no me cae mal pero he pasado de él... ¿dónde se pensará que va con esos andares medio torpes y tantas ganas de juego? Soy un perro serio, joder... Y bueno, digamos que la cosa no ha dado para mucho... mmm... Sí, bueno, al llegar cerca de casa nos hemos encontrado con la madre de la ama (se empeñan en decirme "dale un besito a la abuelita" con vocecillas y yo, la verdad, por seguir el juego me pongo muy nervioso y de puro contento no me contengo y he estado a punto de darle un zarpazo). A la madre de la ama no le hace mucha gracia eso de que le llamen "la abuelita". Ella dice que para eso se decidan a tener un hijo "de verdad" que la llame abuela... creo que tiene razón, es como si un bebé calvo se empeñase en ser mi hijo... no cuela.

Después, al llegar a casa, me apetece jugar, pero los amos están liados con sus ordenadores y no me hacen demasiado caso. Yo entiendo que ellos también tienen que jugar con sus juguetes... pero coño, no fui yo quien los adoptó... (bueno, quizá sí, algún día os contaré cómo ocurrió). El caso es que les llevo la pelota incansablemente y de vez en cuando me la tiran. La recojo. La llevo. La dejo. Me siento. Les miro. Me aburro. Me tumbo. Ya sólo quedan dos horas para cenar. Guau.

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